Una elección histórica ¿o un salto al vacío? México será el primer país en elegir a todos sus jueces por voto popular. ¿Reforma democrática o salto al vacío? Analizamos los riesgos de una Judicatura sin experiencia ni contrapesos.
NUESTRA OPINIÓN
México ha hecho historia. Por primera vez, un país elegirá a todos sus jueces mediante voto popular. Morena celebra la reforma judicial como una “hazaña ciudadana”, pero tras el festejo se asoma un escenario incierto: una apuesta sin precedentes que somete a uno de los tres poderes de la Unión al vaivén electoral, con todos los riesgos que ello conlleva.
La medida fue impulsada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador en medio de una cruzada contra la corrupción, el nepotismo y los pactos oscuros en el Poder Judicial. Y si bien el diagnóstico era compartido incluso por sectores de la oposición, la solución propuesta —barrer con todo el aparato y empezar de cero— ha sido calificada por expertos como temeraria.
El trasfondo es más político que técnico: se trata de una reforma que, aunque fue legalmente avalada, nació sin el consenso de las fuerzas opositoras y bajo una narrativa que pretende asociar el voto por Claudia Sheinbaum en 2024 con un supuesto respaldo a esta reconfiguración judicial. Pero una elección presidencial no es un referéndum, y los 35 millones de votos no pueden interpretarse como un cheque en blanco para transformar el régimen democrático.
Votar sin saber por quién
El riesgo es mayúsculo. De los casi 900 cargos que estarán en juego, la mayoría de los aspirantes carece de experiencia en tribunales. Algunos arrastran incluso acusaciones penales. Aun así, llegarán a las boletas gracias a una maquinaria partidista que ya ha echado mano de operadores políticos y guías impresas —los llamados “acordeones”— para instruir al votante.
El Instituto Nacional Electoral ha calificado esta práctica como una “vergüenza democrática”. La ciudadanía, en teoría, debería elegir libre e informadamente a quienes impartirán justicia en el país. Sin embargo, muchos ni siquiera conocen los nombres de los candidatos, y mucho menos su trayectoria o ética profesional. ¿Cómo ejercer un voto responsable bajo esas condiciones?
La participación como termómetro político
Para Morena, el mínimo indispensable es una participación del 10%. Todo lo que supere el 20% será presentado como un triunfo. Pero la verdadera vara es otra: demostrar que esta transformación no es una imposición vertical, sino una exigencia ciudadana legítima. Y eso parece cada vez más difícil.
Sheinbaum, en su primer gran prueba sin López Obrador, se juega más que la credibilidad de la reforma: se pone a prueba su liderazgo. Si la participación es baja, quedará claro que el verdadero imán electoral sigue siendo su antecesor. Y si el nuevo Poder Judicial no cumple con las expectativas, el costo será alto… y compartido.
¿Revolución o regresión?
Morena defiende que esta es una “nueva república”, un ejercicio de democracia radical para devolverle al pueblo el control de sus instituciones. Pero sus críticos advierten que lo que está en juego es la independencia judicial. Si el Ejecutivo y el Legislativo ya están en manos de un solo partido, convertir al Judicial en una extensión de ese poder amenaza el equilibrio republicano.
El riesgo no es abstracto. Si la justicia queda en manos de perfiles inexpertos, señalados o simplemente obedientes al poder político, la ciudadanía no ganará un mejor sistema judicial, sino uno aún más frágil y susceptible a la manipulación.
Conclusión
El verdadero peligro de esta “hazaña ciudadana” no está en su legalidad, sino en su efectividad. Si se instala una Judicatura carente de preparación, legitimidad y autonomía, el país no habrá dado un paso hacia adelante, sino un salto al vacío. Reformar no es destruir. Y democratizar no es partidizar.
Lo que está en juego no es Morena. Es la democracia misma.
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