Promesas sin fondo: el callejón sin salida entre CNTE y Gobierno. La negociación sigue estancada y el conflicto magisterial se profundiza.
Nuestra Opinión
El diálogo entre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el Gobierno federal vuelve a naufragar, como ha ocurrido tantas veces en el pasado reciente. Esta vez, con Claudia Sheinbaum al frente del gabinete de transición y bajo el peso simbólico de la llamada Cuarta Transformación, el desencuentro es más que político: es estructural.
Después de más de cinco horas de reunión, los representantes del magisterio salieron con las manos vacías. Nuevamente. Las propuestas del Ejecutivo —como la reducción gradual de la edad de jubilación o la tímida integración de las pensiones individuales con el fondo de bienestar— fueron calificadas como «paliativos». La razón es simple: no responden al reclamo de fondo que arrastra este conflicto desde hace más de una década.
Lo que exige el magisterio, con razón, no es un bono simbólico ni días extra de vacaciones. Es una pensión digna. Es revertir una reforma del ISSSTE impuesta en 2007 que privatizó la esperanza de un retiro digno para miles de trabajadores del Estado. Es devolverle al sistema de pensiones su carácter solidario, público e intergeneracional, y no dejarlo al vaivén de los mercados y las Afores privadas.
Mientras tanto, la respuesta del Gobierno es un juego de gestos sin compromiso presupuestario. El anuncio de subir 10% los salarios, o alcanzar el salario medio del IMSS con recursos del fondo de pensiones para el bienestar, suena bien en los medios, pero no convence a quienes llevan años padeciendo las consecuencias de un sistema que los empobrece en la vejez.
DESCALIFICAICÓN
Por si fuera poco, en lugar de tender puentes, el discurso oficial opta por la descalificación. La acusación velada de que la CNTE sirve a intereses conservadores por protestar frente al INE, más que deslindar responsabilidades, muestra el reflejo autoritario que persiste incluso en quienes dicen representar un cambio de régimen. No se puede tildar de «aliados de la derecha» a quienes históricamente han resistido los embates neoliberales.
El Gobierno de la Cuarta Transformación, que tanto ha hablado de justicia social, enfrenta ahora una oportunidad histórica para honrar su palabra. Pero en lugar de dar pasos firmes hacia una reforma estructural del sistema de pensiones, opta por parches que no alcanzan ni a cubrir el fondo del problema.
Los maestros no son ingenuos
Saben que este es un pulso por el relato tanto como por los derechos. Y si bien han dejado claro que no buscan boicotear el proceso electoral, también han señalado que no están dispuestos a claudicar. La movilización, los bloqueos y el plantón son la expresión de un hartazgo que va más allá de cualquier coyuntura política.
El riesgo, sin embargo, es que este conflicto siga encallado en la inercia de la simulación. Si el nuevo Gobierno quiere empezar con el pie derecho, necesita más que gestos de buena voluntad: requiere decisiones valientes, honestas y con respaldo presupuestal real. De lo contrario, el mensaje será claro: ni con una nueva administración se cambiará el rumbo de las cosas.
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