Un gobierno en desorden: los primeros dos meses de Sheinbaum. ¿Podrá fijar una agenda clara? Lee nuestro análisis.
NUESTRA OPINIÓN
Han pasado dos meses desde que Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México, y las interrogantes sobre los liderazgos de la 4T persisten: ¿Cuáles son sus prioridades? ¿En qué ocupan su tiempo? Debajo de la mandataria, el panorama es un festín interminable de celebración por el triunfo popular, acompañado de un largo periodo de revancha contra administraciones pasadas, incluso aquellas anteriores al lópezobradorismo.
La lista interminable de cambios
El gobierno actual parece más enfocado en la destrucción que en la construcción. Cada día surgen nuevos anuncios de transformaciones promovidas por figuras como Ricardo Monreal o Gerardo Fernández Noroña, quienes destacan por proyectos que mezclan buenos deseos, diagnósticos erróneos y un preocupante ímpetu de venganza. Desde sorteos y propuestas de propinas hasta iniciativas para reformar el Poder Judicial y cambiar el proceso de elección de jueces, los resultados no solo carecen de cohesión, sino que también reflejan una capacidad de ejecución cuestionable.
Sheinbaum: atrapada entre la seriedad y el caos
La presidenta ha intentado imponer orden, pero su esfuerzo choca con la frivolidad y el desorden que prevalece en su movimiento. Ejemplos como la absurda convocatoria masiva para elegir jueces o los talleres de lectura de Ricardo Monreal –donde promueve sus propios libros– subrayan la desconexión entre las prioridades de Sheinbaum y las de sus colaboradores. Además, la reciente controversia generada por las declaraciones del gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, sobre castraciones químicas, y los comentarios del gobernador de Tabasco culpando a su antecesor de la violencia en el estado, solo amplifican la imagen de un gobierno en descontrol.
Las prioridades de la 4T: al revés
Mientras la 4T parece obsesionada con convertir en cambios constitucionales sus odios y fobias –desde la eliminación de órganos autónomos hasta la prohibición de los vapeadores–, Donald Trump irrumpió en escena amenazando con aranceles. La respuesta del gobierno mexicano osciló entre bravuconadas y declaraciones que poco aportan a resolver los retos reales. Frases como «somos una potencia cultural» o «los estadounidenses son drogadictos porque no se quieren» no solo resultaron ofensivas, sino también fútiles.
El incidente culminó con una llamada telefónica entre Sheinbaum y Trump que, al menos en apariencia, suavizó las tensiones. Sin embargo, este episodio subraya la urgencia de que el gobierno ponga en orden su casa.
Un futuro incierto
Estos primeros meses han dejado en evidencia que la presidenta no ha logrado fijar una agenda clara. Aunque Sheinbaum busca seguir los pasos de su predecesor, la desorganización de su movimiento amenaza con opacar su liderazgo. Si bien es cierto que los retos son enormes, también lo es que la estabilidad y el éxito de su gobierno son fundamentales para todos los mexicanos. Aún hay tiempo para corregir el rumbo, pero la ventana de oportunidad se cierra rápidamente.
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