“Es tu reacción ante la adversidad, no la adversidad en sí misma, lo que determina cómo se desarrollará la historia de tu vida”.
Dieter F. Uchtdorf
En últimas fechas el término resiliencia se ha hecho mucho más presente y ha sido utilizado para definir la habilidad de absorber una crisis, pero sobre todo la rapidez para recuperarse de ella; hacer frente de manera rápida y organizada a los cambios radicales, no sólo climáticos sino también a los sociales que han comenzado a surgir en la agenda cotidiana. Nuestro país es un ejemplo de la forma en la que el apoyo comunitario ha permitido levantarnos en momentos complicados: el huracán Wilma en 2005, la inundación en Tabasco en 2007, los terremotos de 1985, 2017 y 2019 o el más reciente arribo de Otis, son solo algunos de los desastres que hemos tenido que atravesar y en los cuáles la valentía, la fortaleza y el amor al prójimo se han hecho presentes.
Es innegable que los desastres naturales se han vuelto más destructivos, pero también es cierto que un amplio porcentaje de los daños causados se hubieran reducido a través de acciones previas, las cuales incluso también pudieron facilitar la recuperación, es así que, de acuerdo con datos de “Es hora de tomar en serio la resiliencia social” de la RAND CORPORATION se requiere un nuevo enfoque, no solo por parte del gobierno, sino de toda la sociedad, donde se construyan relaciones más efectivas a largo plazo entre los elementos de Defensa y las organizaciones a nivel nacional, regional y local, mejorar la comunicación en todos los niveles para fortalecer la confianza y por supuesto, desarrollar una narrativa estratégica para preparar e involucrar a la sociedad.
Uno de los elementos más importantes y que en muchas ocasiones se deja de lado es la manera en la que la comunicación influye en el público destinatario, es cierto que se pueden emitir alertas, pero si éstas no se transmiten de forma oportuna, la resiliencia no será suficiente para enfrentar las pérdidas, situación de la que hemos sido testigos con los desafortunados daños producidos por Otis.
Es un tema importante, incluso el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos en 2017 reconoció oficialmente la resiliencia en el documento anual, así como la importancia de la responsabilidad compartida de todos los niveles de gobierno, los sectores privados y sin fines de lucro y los ciudadanos individuales en la preparación ante catástrofes y frente al cambio climático.
La fuerza de la naturaleza ha incrementado en la última década, tan solo en los últimos días Islandia podría atravesar por momentos complicados ya que en menos de 24 horas se reportaron 1,000 sismos cerca de la ciudad de Gindavík lo que ha derivado en cientos de grietas que emiten vapor; lo que de acuerdo con expertos podría traducirse en una significativa erupción volcánica. La reacción de las autoridades será determinante, pero a ello hay que añadir la disposición de la población para evacuar y la confianza en la medición de los expertos; la resiliencia debe analizarse desde diversos sectores y por supuesto que no significa acostumbrarse al caos o no dar importancia a los problemas sociales, sino percibir el riesgo, entenderlo y actuar con responsabilidad.
Sobreponerse ante un desastre de origen natural es un trabajo de equipo, que involucra a la familia, la sociedad y las instituciones; ninguna puede actuar sola y aunque el tiempo es esencial en la recuperación también se debe entender que una catástrofe jamás es pasajera, los efectos durarán años y el camino a la reconstrucción es extenso, complejo y muy costoso.
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