El Comandante H y la grieta en Morena: la oportunidad dorada de una oposición moribunda. La oposición ha encontrado en el escándalo de Adán Augusto López y La Barredora una oportunidad clave para erosionar la credibilidad de Morena y revivir sus banderas. ¿Será suficiente?
El escándalo en torno a Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco y actual coordinador de Morena en el Senado, ha sacudido el tablero político justo cuando el oficialismo parecía tener el control total. La presunta relación entre su jefe de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, y la célula criminal La Barredora, liderada por “El Comandante H”, ha abierto una grieta que PAN y PRI están dispuestos a ensanchar a toda costa.
La oposición, que lleva años sin lograr una narrativa efectiva, ha encontrado en este caso una veta que puede dinamitar la autoridad moral de Morena. Las denuncias penales, los llamados al desafuero y hasta una ofensiva internacional impulsada por Alito Moreno forman parte de una estrategia clara: mantener el caso vivo en la conversación pública, vincularlo al crecimiento del crimen en Tabasco y desgastar la bandera anticorrupción de la 4T.
Resulta irónico que sea precisamente el PRI —con su líder enfrentando su propio proceso de desafuero por corrupción— quien encabece esta cruzada. Pero la política no se mueve por coherencia, sino por oportunidad. Y en este caso, el escándalo no solo ofrece una ventana para debilitar a Adán Augusto, sino también para dejar sembrada la duda sobre Andrés Manuel López Obrador, oriundo del mismo estado y considerado arquitecto de la regeneración moral del país.
MORENA CIERRA FILAS
Mientras tanto, Morena cierra filas y evita a toda costa que el tema llegue al pleno del Congreso. La Comisión Permanente y la Sección Instructora están blindadas por su mayoría, lo que convierte este conflicto en un pulso prolongado de resistencia y desgaste. Pero cada semana que pasa, cada nueva denuncia, cada intento frustrado por debatir el caso, alimenta la narrativa que la oposición quiere imponer: que Morena tiene su propio García Luna, y que el discurso de limpieza fue apenas una máscara.
El caso de La Barredora y El Comandante H no es menor. La violencia que dejó su paso por Tabasco es real, dolorosa y documentada. Si las autoridades locales no se atreven a investigar por razones políticas, la historia se repetirá, como lo hizo con Calderón y su silencio ante las tropelías de su secretario de Seguridad.
Lo que está en juego no es solo el destino de Adán Augusto, sino la credibilidad de un movimiento que llegó prometiendo el fin de los pactos oscuros con el crimen. Si Morena decide cubrir con un manto de protección a sus figuras caídas, pierde más que un escaño o una posición: pierde su narrativa.






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