- Ronald Johnson, el nuevo embajador de EU en México.
- ex boina verde y veterano de la CIA.
- Cercano a Trump y Verástegui.
Ciudad de México. Entre canciones de mariachi y abrazos con Eduardo Verástegui, el nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, dejó clara la línea que marcará su gestión: cercana a la ultraderecha, con fuerte carga religiosa y con un enfoque duro en materia de seguridad.
“Gracias a México”, dijo Johnson durante una cena con mariachis organizada por Verástegui, a quien se refirió como “mi hermano aquí”. El acto no fue solo folclórico; fue un símbolo de alineamiento con los sectores más conservadores del país. A los aplausos siguieron las bendiciones y las canciones. El halcón de Trump ya aterrizó en territorio mexicano.
Este lunes, la presidenta Claudia Sheinbaum recibió a Johnson en Palacio Nacional junto a otros nuevos embajadores. Aunque también llegaron representantes de países como Colombia, Eslovaquia o Argelia, todas las miradas se centraron en el estadounidense, un ex boina verde, veterano de la CIA y cercano al presidente salvadoreño Nayib Bukele.
En sus primeros días en México, Johnson visitó la Basílica de Guadalupe junto a su esposa Alina, en un acto cargado de simbolismo religioso. “Pedimos sabiduría y fuerza para esta responsabilidad”, escribió en redes sociales, junto a una imagen con la Virgen y con banderas estadounidenses en sus atuendos.
Horas después, se reunió con el canciller Juan Ramón de la Fuente y más tarde acudió a la cena con Verástegui, quien compartió la escena en sus redes.
En un mensaje oficial, Johnson se presentó como “amigo y vecino” de México. Aseguró que trabajará con el gobierno mexicano en temas clave como seguridad, migración y la frontera. Sin embargo, su designación deja entrever un giro hacia la línea más dura de Washington en tiempos de Donald Trump.
Un embajador con perfil militar y agenda clara
Ronald Johnson no tiene experiencia diplomática ni económica, pero sí un extenso historial militar e inteligencia. Su nombramiento responde a una estrategia de la actual Casa Blanca que no descarta el uso de la fuerza contra los cárteles mexicanos, algo que Johnson confirmó durante su comparecencia ante el Congreso de EE.UU. en marzo: “Todas las cartas están sobre la mesa”, afirmó.
La propia Sheinbaum rebatió entonces esa postura: “Eso no está sobre la mesa, ni sobre la silla, ni sobre el piso, ni sobre ningún lado”.
En contraste, este lunes el discurso del embajador fue más diplomático. Agradeció la calidez de la presidenta y destacó las “muchas llamadas entre ella y Trump”, subrayando la importancia de la relación bilateral.
Desde que Trump volvió a la presidencia hace cuatro meses, las tensiones entre ambos países se han extendido más allá del narcotráfico y la migración. Ahora también abarcan temas como el comercio del tomate, el acceso al agua y el gusano barrenador.
De El Salvador a México: el estilo Johnson
Durante el primer mandato de Trump, Johnson fue embajador en El Salvador. Su cercanía con Bukele fue evidente y controvertida. Se dejó fotografiar comiendo langosta con el mandatario salvadoreño, a quien definía como su amigo, mientras el Gobierno estadounidense cerraba los ojos ante las violaciones a derechos humanos.
Ahora, en México, llega con el mismo enfoque: una relación basada en afinidades ideológicas más que en diplomacia tradicional. Su cercanía con Verástegui y los sectores ultraconservadores mexicanos plantea interrogantes sobre el papel que jugará en los meses por venir.
Su presencia ya es un mensaje por sí mismo: Estados Unidos quiere a un soldado en la embajada, no a un diplomático.
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