Octavio Paz, se le recuerda como el poeta imprescindible; El Colegio Nacional le organiza homenaje.
Ya con el semblante visiblemente desgastado por los terribles dolores del cáncer de huesos que le habían diagnosticado, el poeta Octavio Paz, único premio Nobel de literatura mexicano, murió el 19 de abril de 1998, dentro de los muros del edificio que hoy es la sede de la Fonoteca Nacional, la Casa Alvarado, en el antiguo pueblo de Coyoacán, lugar donde pasó sus últimos años, luego de que se incendiara su departamento de la Colonia Cuauhtémoc, en 1996 junto a la mayoría de su biblioteca personal.
La noticia de su muerte conmocionó varios círculos de poder e intelectuales de México que se dieron cita en el Palacio de Bellas Artes al día siguiente, donde fue despedido con los máximos honores, casi como un héroe nacional, con discursos encabezados por el entonces presidente Ernesto Zedillo, en compañía de amigos, adversarios y otros personajes, entre ellos el historiador Enrique Krauze, el cronista y ensayista Carlos Monsiváis, la actriz María Félix y los políticos Cuauhtémoc Cárdenas y el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador.
Hombre de su tiempo, con contradicciones y convicciones, a 25 años de su partida, es innegable el sello de las palabras de Octavio Paz en la historia de la poesía nacional e internacional, pero también del pensamiento histórico y político mexicano, el cual sigue siendo parte de las discusiones en la república de las letras mexicanas.
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