Una bomba de tiempo arancelaria: el reto de México ante Trump. El gobierno busca frenar el golpe económico con una estrategia que podría no ser suficiente.
NUESTRA OPINIÓN
La amenaza de Donald Trump de imponer aranceles del 25% a las importaciones mexicanas y al sector siderúngico no es un simple amago. Es una estrategia calculada que busca presionar a México en temas comerciales, migratorios y de seguridad. Ante esta situación, el gobierno de Claudia Sheinbaum y su equipo económico han emprendido una carrera contrarreloj para evitar un golpe que pondría en jaque a una economía altamente dependiente de su comercio con Estados Unidos.
El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, encabeza la delegación que esta semana sostendrá reuniones clave en Washington con Howard Lutnick, secretario de Comercio de EE.UU., y Jamieson Greer, representante comercial estadounidense. Su principal argumento es la integración económica de Norteamérica bajo el TMEC, así como el superávit comercial de más de 6,800 millones de dólares que EE.UU. tiene con México en productos siderúngicos. Sin embargo, en una negociación de este calibre, los datos duros no siempre bastan para frenar decisiones políticas.
HECHO EN MÉXICO
El plan «Hecho en México«, promovido por el gobierno federal, busca fortalecer la producción nacional y reducir la dependencia de importaciones asiáticas, alineándose con el proteccionismo que Trump quiere impulsar. Pero la iniciativa, aunque bien intencionada, no resuelve el problema inmediato: una economía que depende en un 80% de su comercio con Estados Unidos y una relación comercial que, lejos de ser equitativa, sigue siendo vulnerable ante decisiones unilaterales desde Washington.
Empresarios y analistas advierten que la estrategia de México debe ir más allá de la revaloración de sus productos. Se requiere una política comercial más agresiva que incluya medidas arancelarias contra las importaciones chinas y una estrategia macroeconómica que haga a México menos dependiente de EE.UU. La realidad es que, mientras Trump continúe viendo a China como su principal enemigo económico, México seguirá siendo un campo de batalla en su guerra comercial.
La próxima ronda de negociaciones con EE.UU. determinará si México logra esquivar la bomba arancelaria o si se convierte en una de las primeras víctimas de una política económica que, año con año, nos recuerda lo frágil que es nuestra dependencia comercial. Lo cierto es que el tiempo corre y el margen de maniobra es cada vez menor.
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