“He decidido apostar por el amor. El odio es una carga demasiado pesada para soportar.”
Martín Luther King
Asistir a la escuela no sólo implica adquirir conocimientos o memorizar datos, involucra trabajar constantemente en la empatía, la tolerancia, la escucha activa, y la comprensión, entre otros valores, además nos brinda la posibilidad de convivir y conocer otras perspectivas que, estoy seguro, nos permiten con el paso de los años, reconfigurar nuestros paradigmas y eliminar prejuicios.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura la incitación al odio alimenta los prejuicios y la discriminación y puede normalizar la violencia. Lamentablemente, el incremento de las agresiones a nivel mundial nos muestra que a pesar de los esfuerzos el resentimiento continúa escalando.
Es innegable que las niñas, niños y adolescentes pasan una gran parte de su día a día en las instituciones escolares, es por ello que la UNESCO emitió el año pasado el documento: “Abordar el discurso de odio a través de la educación: una guía para responsables políticos” con la finalidad de reconocer la urgencia de formar y apoyar mejor a los docentes que están en primera línea para superar este fenómeno; además de promover directrices antirracistas y abordar el tema en los libros de texto, así como una iniciativa mundial para combatir el antisemitismo en y a través de la educación.
La escuela es un lugar donde la pluralidad y la libertad de expresión deberían ser privilegiados, sin embargo, se debe entender que si bien las opiniones en ocasiones pueden llegar a ofender o a generar cierta inquietud, jamás pueden incitar a la violencia; es por ello que trabajar desde edades tempranas en la tolerancia y respeto al prójimo, pero sobre todo, educar en comprender las consecuencias y posibles repercusiones que tienen las palabras y acciones en otras personas es prioritario para formar buenas personas.
Aunque la tecnología nos ha brindado la posibilidad de hacerle frente a problemáticas complejas, principalmente en temas como seguridad, salud, política y educación, entre otras; no se puede perder de vista que esto mismo ha permito una paradoja con respecto a la “economía de la atención” y es que ahora frente a la avalancha de información, pareciera que los discursos de confrontación y odio son los que seducen más rápido.
Las redes sociales se han convertido en espacios donde se pueden publicar posturas e incluso emitir juicios que desinformen y se traduzcan en amenazas reales. Pero, además las teorías conspirativas se han vuelto mucho más populares, las cuales, usualmente apuntan a comunidades específicas que son usadas como blancos de acusaciones.
En datos de una encuesta realizada por Ipsos, el 67% de los usuarios de internet se ha encontrado con discursos de odio en línea, y la mayoría cree que es más frecuente en Facebook (58%), incluso la agencia mencionó que, tras los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 contra civiles israelíes, la Liga Antidifamación constató un aumento del 337% de incidentes antisemitas en Estados Unidos, del 320% en Alemania, del 961% en Brasil en comparación con el año anterior.
Ante un mundo cada vez más conflictuado, las instituciones educativas, la familia y las entidades tanto públicas como privadas deben involucrarse para convertirse en una red de apoyo que evite o disminuya el que las niñas, niños y adolescentes busquen en el camino de la violencia “una vía de escape”, que a la larga se convierta en una prisión de la que es casi imposible huir.
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