El regreso de Osiel Cárdenas Guillén, fundador de Los Zetas, marca un capítulo clave en la historia del narcotráfico en México. ¿Cómo influirá su retorno en el panorama criminal actual?
NUESTRA OPINIÓN
Pocos nombres en el crimen organizado mexicano han dejado una marca tan profunda como el de Osiel Cárdenas Guillén. Su regreso a México, después de cumplir una condena en Estados Unidos, es un recordatorio del legado que dejó tras de sí: un país transformado por las dinámicas del narcotráfico que él mismo ayudó a instaurar.
Osiel no solo lideró el Cártel del Golfo durante su expansión más agresiva, sino que también fue el arquitecto de Los Zetas, un grupo paramilitar que llevó la violencia a niveles nunca antes vistos en el país. Fue la mente detrás de una estrategia que no solo fortaleció su imperio criminal, sino que también fragmentó el control del Estado sobre el tráfico de drogas, marcando el inicio de una guerra sin cuartel que aún se libra en las calles.
Un país que cambió con él
El contexto histórico no puede ignorarse. A finales del siglo pasado, el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá impulsó un auge económico que también abrió nuevas rutas para el narcotráfico. Mientras tanto, el colapso de las viejas estructuras de poder priista dejó un vacío que líderes como Osiel supieron aprovechar. Nuevo Laredo se convirtió en el epicentro de un negocio multimillonario, y Tamaulipas, en la joya de la corona para los traficantes.
Osiel representó la transición del narcotráfico tradicional al crimen organizado moderno. Introdujo tácticas paramilitares al contratar a militares de élite para formar Los Zetas, quienes diversificaron sus actividades criminales, involucrándose en tráfico de personas, robo de combustible y extorsión. Este modelo empresarial del crimen no solo amplió las ganancias, sino que también convirtió la violencia en una herramienta clave para ejercer control.
¿Qué sigue para Osiel y para México?
Tras su deportación este lunes, Osiel Cárdenas fue trasladado al penal del Altiplano, el mismo lugar que ocupó antes de su extradición. Con 57 años, su aspecto físico ha cambiado, pero la pregunta más relevante es si su ambición sigue intacta. ¿Intentará recuperar el control de lo que alguna vez fue suyo? ¿O negociará su futuro tras las rejas?
Lo que parece innegable es que el México al que regresa no solo fue moldeado por sus acciones, sino que enfrenta las consecuencias de su legado: una guerra interminable entre cárteles, un Estado debilitado y comunidades sumidas en el miedo y la extorsión.
Un legado de violencia y populismo
Osiel no solo era un empresario del crimen, también sabía manejar su imagen pública. Desde regalar juguetes a niños hasta apoyar a comunidades afectadas por desastres, construyó una narrativa de «protector del pueblo» que contrasta con la brutalidad de sus actos. Esta mezcla de populismo y estrategia criminal definió su liderazgo, marcando un antes y un después en el narcotráfico mexicano.
Reflexión final
La historia de Osiel Cárdenas Guillén no es solo la de un hombre, sino la de un país que permitió que el crimen organizado creciera hasta convertirse en una sombra omnipresente. Su regreso abre viejas heridas y plantea nuevos desafíos. En un México donde la impunidad sigue siendo la norma, su destino podría ser un reflejo del futuro que nos espera como sociedad.
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