Descubre los detalles del debate presidencial: ¿cumplió con sus objetivos? ¿Fue realmente un espacio para contrastar ideas y soluciones? Gerardo Aguado analiza las críticas y expectativas para el próximo encuentro entre candidatos a la Presidencia de la República.

Los objetivos de un debate entre candidatos, en este caso, a la Presidencia de la República son claros para todos:

• Exponer las ideas, planes y proyectos de gobierno de los participantes, de forma breve pero efectiva.
• Contrastar ideas y soluciones para los temas más trascendentales del país, como: inseguridad, desempleo, crecimiento económico, salud, derechos humanos, acceso a la justicia, narcotráfico, medio ambiente, infraestructura, migración, etc.
• Cuestionar con respeto y con la debida fundamentación y argumentación las propuestas del contrario.
• Responder las preguntas de los electores, previamente seleccionadas por los organizadores. Y;
• Que los electores conozcan a cabalidad el perfil, visión y compromisos de los candidatos y candidatas que contienden por el cargo.

Desde luego, no es una tarea fácil organizar un debate presidencial, ya que este no puede ser muy extenso en tiempo, y la mecánica obliga a los moderadores a que todo se lleve con gran agilidad, a la par del cronómetro que regula los tiempos de participación de cada candidato y de los bloques temáticos.

Sin embargo tampoco, es un concurso de carreras, ni se trata de ver quién logra decir el mayor número de cosas en el menor tiempo posible. No puede ser el debate tan breve, que anule toda posibilidad de una expresión suficiente de los planes, ideas y proyecto de los participantes, y los obligue a una exposición atropellada y urgente de sus ideas, de sus argumentos.

NO ES SOLO UN EJERCICIO DEMOCRÁTICO

Un debate no sólo es un ejercicio democrático que permite a los electores conocer de manera breve los proyectos de gobierno de todos los candidatos; es también un ejercicio de transparencia y honestidad, pues si bien los contendientes no son servidores públicos, lo serán, y uno de ellos ocupara el cargo más importante en nuestro país. Por ende, es justo que el debate sirva también para conocer si están mintiendo, si comprenden realmente lo que dicen y prometen, si conocen en verdad los problemas del país, y si las soluciones que plantean son realistas y viables.

Pero, todo esto no se puede lograr si el formato, la mecánica y la logística del debate fallan.  Y, justo eso pasó con el Primer Debate de candidatos a la Presidencia de la República. Expertos, políticos, líderes de partidos, e incluso las candidatas y el candidato participantes han cuestionado el formato de este primer encuentro.

Las queja se centran en problemas como:

• Estructura del debate que fue confusa y desorganizada.
• Errores en los cronómetros.
• Las preguntas, algunas eran de alcance muy extenso, y ameritaban -obviamente- mucho más tiempo de respuesta de los candidatos, con el cual no contaban.
• La estructura del debate no permitió en ningún momento la conversación entre candidatos.
• Se privilegió la confrontación, pero no la confrontación de ideas y soluciones a los problemas nacionales. Y;
• En muchos momentos pareció ser un “concurso de a ver quién responde más rápido”.

En otros países, los debates presidenciales mantienen un formato flexible y semi abierto, no rígido, donde se privilegia una abierta discusión y contraste, con interrupciones y sin tiempos fijos.

Todos los mexicanos deseamos ver un Segundo Debate presidencial donde podamos apreciar el contraste de ideas y proyectos de nación, y que las dos candidatas y el candidato puedan contar con los tiempos y el mecanismo para expresarse, argumentar, defenderse que toda la ciudadanía conozca a detalle lo que tienen para ofrecer en caso de ganar.