Primer año de Claudia Sheinbaum: poder consolidado y estilo propio, pero con riesgos en derechos, corrupción y economía que podrían afectar su legado.
Nuestra Opinión
Al cumplir un año de gestión, Claudia Sheinbaum demuestra que sabe mover fichas políticas y sobrevivir a la tormenta mediática. Pero la pregunta es inevitable: ¿cuánto de su éxito es propio y cuánto heredado de López Obrador?
Seguridad, economía, relaciones internacionales: la presidenta presume avances, pero la realidad no es tan halagüeña. La caída de algunos delitos de alto impacto no oculta que zonas críticas siguen desprotegidas, ni que la estrategia depende en gran medida de la cooperación con Estados Unidos, dejando la soberanía en un delicado equilibrio.
En economía, la ilusión del crecimiento del 1,2% en 2025 choca con cifras concretas: inversión pública desplomada, sectores estratégicos estancados y pronósticos optimistas que parecen más wishful thinking que realidad. Mientras tanto, la ciudadanía sufre incertidumbre y falta de oportunidades tangibles.
LO MÁS PREOCUPANTE
Pero lo más preocupante es la omisión frente a la corrupción y los derechos ciudadanos. Reformas polémicas como la modificación al amparo muestran que la administración prioriza eficiencia y control político sobre justicia real. La promesa de modernizar el sistema judicial puede convertirse en un mecanismo para restringir la defensa ciudadana y concentrar poder en manos del Ejecutivo, dejando a los más vulnerables sin herramientas de protección.
Dentro de Morena, Sheinbaum ha consolidado poder y unidad, pero lo ha hecho absorbiendo lastres sin deslindar responsabilidades, dependiendo de la herencia política de su predecesor y relegando debates sobre transparencia y rendición de cuentas. Su popularidad y “estilo propio” conviven con omisiones críticas, decisiones calculadas y un riesgo latente de que su legado se derrumbe ante un error político o económico.
En síntesis, el primer año de Claudia Sheinbaum es un equilibrio entre astucia y vulnerabilidad. Consolidación de poder sí, pero con riesgos reales para derechos, economía y autonomía política. Lo que se celebra como éxito podría, en pocos meses, revelar sus limitaciones estructurales y dejar un saldo incómodo para el país.






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