“La forma de sanar la sociedad de la violencia y de la falta de amor es reemplazando la pirámide de dominación con el círculo de la igualdad y el respeto”.
Manitonquat
El inicio de año, al menos en nuestro país, ha sido complicado, incluso doloroso, y es que a pesar de los esfuerzos y las estrategias implementadas en materia de seguridad, la violencia continúa en incremento; el pasado 04 de enero los pobladores de la comunidad de Buenavista de los Hurtado Cashacauilt, en el estado de Guerrero sufrieron un ataque con drones en el cual al menos nueve personas perdieron la vida.
Las agresiones han sido atribuidas a la denominada Familia Michoacana, un Cártel que busca acorralar a “los Tlacos” que aún predominan en el municipio. Probablemente, una de las situaciones que más ha inquietado a las fuerzas de seguridad es el constante uso de esta tecnología.
En México se ha registrado un incremento de esta tecnología hasta el punto de denominárseles “narcodrones”; su aparición causa terror porque su ataque no distingue entre la población civil y aquellos a quienes realmente va dirigido, pero además de los posibles daños físicos también se deben considerar la desestabilización de las comunidades, la instauración de un clima de desconfianza, pero sobre todo, el poner en duda la legitimidad de las autoridades.
Fue quizá a partir del 11-S cuando EE.UU. empezaría con los vuelos de drones armados y a partir de esta fecha su utilización se popularizó, incluso de acuerdo con datos de Amnistía Internacional, más de 20 países disponen de drones de combate operativos. Este mercado está dominado por ahora por Estados Unidos e Israel, que disponen de tecnología de punta, pero países como Turquía, Rusia, Irán o China, entre otros, también cuentan con los elementos para fabricarlas.
La justificación de su uso se basa, presumiblemente, en que permiten misiones de mayor alcance de reconocimiento táctico y las operaciones pueden llevarse a cabo casi en sincretismo total, pero sobre todo en la idea de evitar la pérdida de vidas humanas de manera indiscriminada, aunque al final en diversas ocasiones se arrasa con civiles.
No olvidemos que en 2018 dos drones equipados con fuertes explosivos fueron utilizados para intentar asesinar al Presidente Nicolás Maduro y claro que la inquietud se disparó al ser testigos de la facilidad con la que se habían acercado a un mandatario rodeado de seguridad, pero sobre todo lo difícil que es defenderse de ellos, incluso el Foro Económico Mundial mencionó que “con la llegada del aprendizaje automático y la inteligencia artificial, los drones pronto podrán volverse programables y lo suficientemente inteligentes como para usarse sin guía humana y con fines cada vez más nefastos”.
El análisis del uso de esta tecnología debe ser estudiado a profundidad; preguntas surgen: ¿Las ventajas tácticas de los drones realmente minimizan los daños colaterales? O ¿de qué forma prevenir y ayudar a la población civil ante los ataques?, entre otros múltiples cuestionamientos, incluso plantearnos la posibilidad (no lejana) de que los drones sean utilizados para lanzar agentes químicos o biológicos.
No todo es negativo, estos pequeños dispositivos voladores también tienen aspectos positivos, por ejemplo, han ayudado en el rescate después de desastres naturales, en la siembra y restauración forestal o incluso a la repartición de paquetes y comida; lo que queda patente es que la tecnología sirve para ambos propósitos, lo único que nos queda es pugnar porque el amor al prójimo y las buenas decisiones triunfen sobre la violencia, el odio y el rencor.
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