En un entorno marcado por la sombra del crimen organizado, los punteros emergen como piezas clave en el engranaje de las operaciones de los carteles en Sinaloa, específicamente en Culiacán.
Estos jóvenes, conocidos también como halcones, cumplen una función vital: vigilar zonas específicas y reportar cualquier movimiento, ya sea de las fuerzas de seguridad o de otros grupos rivales.
Rodrigo, un seudónimo usado por razones de seguridad, admite haber desempeñado un papel destacado en el Cártel de Sinaloa, particularmente en la fracción liderada por los hijos de Joaquín Guzmán Loera, conocidos como «Los Chapitos» o «La Chapiza».
En una entrevista con Vanguardia, Rodrigo explica que su tarea principal era seguir de cerca a los vehículos del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. Este seguimiento, detalla, se realiza minuciosamente, calle por calle, durante largas jornadas de trabajo.
El panorama en Culiacán es desalentador, donde es común ver a estos jóvenes detrás de las Fuerzas Armadas. Durante los operativos militares, como el intento de rescate de 66 personas privadas de su libertad, los punteros operan incansablemente, proporcionando información crucial a la organización criminal.
A pesar de los esfuerzos del gobierno, ninguna persona fue liberada ni se realizaron detenciones.
Proliferación de punteros: los ojos del crimen de los Chapitos de Culiacán
Estos punteros, en su mayoría jóvenes de veinte años o incluso menores, son reclutados desde edades tempranas. Delgados, con gorras y motocicletas de bajo costo, constituyen una fuerza visible pero clandestina en las calles de Culiacán.
A cambio de su labor, reciben una compensación económica que, aunque modesta, puede aumentar significativamente si ascienden en la jerarquía del crimen organizado.
Sin embargo, esta vida en las sombras no está exenta de peligros. Los punteros viven bajo constante amenaza, tanto de las fuerzas del orden como de sus propios jefes.
Los castigos por errores pueden ser desde golpes hasta la muerte. A pesar de ello, muchos jóvenes se ven atraídos por el estilo de vida, en el que la adrenalina y el sentido de pertenencia a una organización poderosa son aspectos seductores.
La presencia de punteros en Culiacán no pasa desapercibida para la ciudadanía. Según un estudio del Consejo Estatal de Seguridad Pública, el 70% de los entrevistados percibe su presencia en las calles.
Lo que genera preocupación por sus posibles implicaciones en la distribución y consumo de drogas, así como en la influencia negativa sobre otros jóvenes.
La profesora Anajilda Mondaca Cota, experta en seguridad, señala que los punteros representan un problema arraigado en la sociedad sinaloense.
La glamorización de la figura del narcotraficante y la precariedad económica en ciertas comunidades contribuyen a su reclutamiento. Además, la impunidad con la que operan refuerza su papel dentro del crimen organizado.
En este oscuro escenario, la labor de los punteros se convierte en un reflejo de la compleja realidad que enfrenta Sinaloa. Mientras las autoridades intentan contener la violencia, estos jóvenes continúan operando en las sombras, perpetuando un ciclo de violencia y narcotráfico que parece no tener fin.
Proliferación de punteros: los ojos del crimen en Sinaloa
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