- Ovidio Guzmán se rinde: la caída simbólica de un imperio narco.
- El heredero del Cártel de Sinaloa podría cambiar el rumbo del narco en México.
- Ya no es el narco desafiante, sino un reo encorvado que acepta colaborar.
Encadenado, flaco, encorvado y con audífonos que le traducen los cargos que enfrenta, Ovidio Guzmán López, alias El Ratón, ha dejado atrás la imagen del joven desafiante que alguna vez puso en jaque al Ejército mexicano. Hoy, tras menos de dos años en una prisión de Estados Unidos, el heredero del Cártel de Sinaloa se ha convertido en el primer miembro de la familia Guzmán en declararse culpable ante la justicia estadounidense.
Este viernes, Ovidio compareció en una Corte federal en Chicago para ratificar su culpabilidad por cargos de narcotráfico y participación en una empresa criminal. Su acuerdo con la Fiscalía incluye colaborar “sustancialmente” con las autoridades: dar información, testificar y asistir en investigaciones que podrían llevar a más arrestos y desmantelamientos dentro del Cártel de Sinaloa. Si su cooperación es efectiva, podría recibir una pena menor, aunque los delitos que admite conllevan cadena perpetua como sentencia mínima.
La confesión de Guzmán es histórica no solo por su valor judicial, sino también por su simbolismo: el hijo del Chapo ha reconocido haber participado en asesinatos, tráfico de fentanilo, cocaína y heroína, uso de criptomonedas y sobornos, además de violencia sistemática contra autoridades y civiles. También admitió que él y sus hermanos —Iván Archivaldo, Joaquín y Alfredo— asumieron el liderazgo del cártel tras la captura de su padre.
¿Colaboración o supervivencia?
Mientras la narrativa oficial en EE.UU. celebra esta declaración como un golpe a la criminalidad transnacional, los especialistas advierten que el impacto real en el combate al fentanilo será limitado. “Es un paso simbólico, no operativo”, señala Cecilia Farfán-Méndez, de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado. David Saucedo, analista de seguridad, va más allá: prevé que este tipo de acuerdos incrementen el flujo de droga, como ya ocurrió en Colombia con los cárteles de Cali y Medellín.
La Fiscalía de EE.UU. ahora tiene una carta fuerte para presionar desde ambos frentes del cártel: la facción de Los Chapitos y la de El Mayo Zambada. Una cooperación como la de Ovidio podría, en teoría, desmantelar rutas, identificar laboratorios y exponer redes políticas y militares que han protegido al crimen organizado por décadas.
¿Qué sigue para Sinaloa?
Los expertos coinciden en que esta cooperación traerá consecuencias violentas. Si Ovidio aporta información sensible, habrá represalias. El equilibrio entre facciones es frágil, y cualquier golpe quirúrgico —como decomisos o detenciones basadas en su testimonio— puede desatar guerras internas o reacomodos territoriales. La historia reciente del narcotráfico en México demuestra que cada detención de alto perfil suele venir acompañada de nuevas olas de violencia.
La entrega de Ovidio también marca un cambio de estrategia de Estados Unidos. A diferencia de lo que hicieron con El Chapo, a quien encerraron sin negociar, ahora muestran que colaborar puede “comprar” beneficios. Este giro podría enviar un mensaje a otros capos: es mejor hablar que morir en aislamiento. ¿Se abrirán ahora las puertas a negociaciones con El Mayo, El Mencho o los hermanos Hurtado?
Lo cierto es que, más allá del espectáculo judicial, la guerra contra el narco continúa su curso en los campos, las ciudades y los corredores del fentanilo. Y mientras Estados Unidos celebra la rendición de Ovidio, en México se respira la tensión de lo que podría ser el principio de una nueva etapa, aún más incierta.
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