- Narcobloqueos del CJNG paralizan 30 municipios.
- Terror, fuego y silencio en Michoacán, Jalisco y Guanajuato.
- «Date la vuelta, hay balacera» — fue uno de los audios que circularon por WhatsApp
El primer vehículo ardió a las 2:00 p.m. del miércoles. Era un camión de paquetería. Inicialmente se habló de una falla eléctrica, pero la quema sistemática de autos en distintos puntos de Michoacán evidenció lo contrario: se trataba de un narcobloqueo orquestado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una muestra de fuerza que encendió autopistas en al menos 30 municipios de Michoacán, Jalisco y Guanajuato.
“El Estado de derecho está desmantelado”, afirma un consejero del Observatorio de Seguridad Humana de Apatzingán, quien por seguridad prefiere no dar su nombre. La reacción social fue inmediata: la gente se resguardó y compartió alertas por WhatsApp. “Los grupos de mensajería se han convertido en el sistema más eficaz de prevención comunitaria”, cuenta.
Audios de alerta, calles vacías y miedo conocido
Circulaban notas de voz reenviadas una y otra vez:
— “Están quemando carros, camiones, autobuses… no hay autoridad”
— “Dense la vuelta, hay balacera entre sicarios, la Guardia Nacional y la Sedena”
— “Están incendiando los camiones”
Las calles de Apatzingán se vaciaron. Comerciantes y vecinos se escondieron. “El pueblo se vuelve silencioso de un momento a otro”, narra el observador local. “Ayer no nos acercábamos, no tenemos la capacidad ni la voluntad de ser mártires”.
¿Qué provocó la reacción del CJNG?
La versión que circuló entre analistas y fuerzas de seguridad apunta a un fallido operativo militar en Ocotlán, Jalisco, zona fronteriza con Michoacán. Incluso se llegó a decir que un capo del CJNG fue capturado y que El Mencho, líder del cártel, desató el caos para liberarlo.
Oficialmente, el Gabinete de Seguridad federal no mencionó los narcobloqueos. Solo reconoció “acciones relevantes” en distintas entidades. La Secretaría de Seguridad de Michoacán se limitó a decir que los hechos fueron una “respuesta de grupos delincuenciales a labores de seguridad”.
Silencio gubernamental y escepticismo ciudadano
Los gobernadores de los tres Estados —Alfredo Ramírez Bedolla (Michoacán), Pablo Lemus (Jalisco) y Libia Dennise (Guanajuato)— guardaron silencio. También lo hicieron la presidenta Claudia Sheinbaum y su zar de seguridad, Omar García Harfuch, quienes al día siguiente declararon que se trató de “conflictos entre grupos delictivos”.
Para los habitantes de las zonas afectadas, la versión es poco creíble. “No es la primera vez que el crimen organizado responde con bloqueos ante detenciones. Ya ocurrió con La Familia Michoacana y con el Culiacanazo”, recuerda el consejero de Apatzingán.
El analista de seguridad David Saucedo es tajante: “No es un conflicto entre narcos. Usaron el narcoterrorismo para presionar tras un operativo fallido. Solo un líder de zona puede generar bloqueos simultáneos en tres Estados. Me hace sentido que haya sido El Doble R”.
Narcoterrorismo sin detenidos
Durante las cuatro horas de bloqueos, se incendiaron decenas de vehículos, murieron dos policías y se atacaron incluso algunas tiendas en Apatzingán. No hubo un solo arresto. Al día siguiente, el Ejército abatió a seis sicarios y capturó a uno más, pero la reacción oficial fue tímida.
“La liberación de carreteras no es una victoria, es una derrota. No detuvieron a nadie”, insiste Saucedo. “Este nivel de operación solo es posible con la complicidad de gobiernos locales. Si no, no se explica cómo un cartel puede paralizar tres Estados sin consecuencias”.
El feudalismo criminal: minas, drones y control social
Apatzingán y sus alrededores viven bajo un nuevo orden: minas antipersona en zonas rurales, drones explosivos, extorsiones, gobernanza impuesta por el crimen organizado. “Le llaman gobernanza criminal, pero eso le queda grande. Es feudalismo, apropiación de vidas y propiedades”, advierte el consejero local.
“Esto ya provocó recesión económica: negocios cerrados, agricultores sin acceso a sus parcelas, jornaleros sin trabajo. Ayer mataron a una persona en un taller, no sabemos si relacionado, pero estos eventos permiten que el crimen común también florezca”.
Conclusión: una muestra de poder sin castigo
Los narcobloqueos no fueron una guerra entre cárteles, sino una respuesta violenta ante un operativo fallido. Las autoridades guardaron silencio, minimizaron el impacto y no ofrecieron resultados. Mientras tanto, miles de ciudadanos vivieron —una vez más— una jornada de terror sin justicia.
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