- CDMX inundada por propaganda electoral.
- La contaminación visual y a la afectación de otros derechos ciudadanos.
- Efectos nocivos de esta avalancha de basura electoral no se limitan únicamente a la contaminación ambiental.
En los últimos días, Ciudad de México se ha convertido en un paisaje desbordado por una marea de propaganda electoral que inunda calles, postes, semáforos y hasta espacios prohibidos.
La vorágine de carteles, lonas y pendones parece no tener fin, reflejando la intensa contienda política que se libra en la capital mexicana.
Desde la Calzada México-Tacuba hasta el Eje Sur, pasando por las alcaldías de Miguel Hidalgo y Benito Juárez, los rostros y nombres de los candidatos a diferentes cargos políticos se disputan el espacio público, rompiendo la mayoría sin distinción de partido.
La saturación de propaganda electoral ha alcanzado niveles sin precedentes, convirtiendo las calles en un campo de batalla visual.
Esta situación ha desatado una verdadera batalla campal donde los rivales políticos no solo compiten por los votos de los ciudadanos, sino también por la supremacía en el espacio público.
En medio de esta lucha encarnizada, la basura electoral se acumula a niveles alarmantes. Según estimaciones de la Fundación por el Rescate y Recuperación del Paisaje Urbano (FRRPU), se prevé que las elecciones del próximo 2 de junio generen alrededor de 30.000 toneladas de basura solo en Ciudad de México, el doble de lo registrado en elecciones anteriores.
Magdalena Trujillo, especialista en procesos de plástico de la UNAM, señala que el aumento de residuos se debe a la prolongación de la campaña electoral y al empleo de materiales no biodegradables en la propaganda.
La situación se agrava aún más por la falta de regulación efectiva, ya que mientras la legislación federal prohíbe la colocación de propaganda en equipamiento urbano, la normativa local lo permite, generando un conflicto de intereses y una saturación visual insostenible.
CDMX inundada por propaganda electoral
Los efectos nocivos de esta avalancha de basura electoral no se limitan únicamente a la contaminación ambiental, sino también a la contaminación visual y a la afectación de otros derechos ciudadanos.
Érika Estrada, consejera del Instituto Electoral de Ciudad de México (IECM), advierte sobre la necesidad de encontrar un equilibrio entre el derecho de los aspirantes a darse a conocer y el derecho de los ciudadanos a vivir en un espacio libre de saturación visual.
Además, la falta de biodegradabilidad en los materiales utilizados en la propaganda electoral agrava el problema, prolongando el tiempo de descomposición de los residuos y contribuyendo a la contaminación ambiental a largo plazo.
Aunque existen alternativas más amigables con el medio ambiente, como el poliácido láctico o la combinación de papel con materiales a base de almidón, su uso aún no está generalizado debido a su mayor costo y falta de certificación.
En medio de este escenario desolador, los ciudadanos expresan su descontento y frustración ante el derroche de recursos y la falta de propuestas concretas por parte de los candidatos.
Para muchos, la avalancha de propaganda electoral representa un despilfarro de dinero que podría destinarse a resolver problemas más acuciantes en la ciudad, como la pavimentación de calles o la ayuda a sectores desfavorecidos.
Con el inicio de las campañas para el Congreso local y las Alcaldías, se espera que la cantidad de basura electoral aumente aún más en las próximas semanas, exacerbando un problema que amenaza con convertirse en una verdadera crisis ambiental y social.
En palabras de Juan Villoro, «En México hay tres clases de basura: orgánica, inorgánica y electoral», una afirmación que cobra cada vez más relevancia en medio de este tsunami de desechos políticos que azota a la capital mexicana.
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