- Viudas de mineros inician rescate independiente de los cuerpos en Pasta de Conchos.
- Tras bajar más de 100 escalones, llegaron a la «primera diagonal» y encontraron la mina inundada, con el agua hasta las rodillas.
- Expulsaron a todos los hombres que realizaban las labores de búsqueda.
Monclova.- Las viudas de los mineros atrapados en la Mina 8 de Pasta de Conchos, tras la explosión de 2006, recuerdan la indiferencia de la Industrial Minera México y del Gobierno Federal.
En 2008, dos años después de la tragedia, estas mujeres decidieron tomar acción. Emprendieron un rescate independiente de los cuerpos de sus esposos, con apoyo del Partido Comunista y el líder sindical Napoleón Gómez Urrutia.
Guadalupe Díaz Rodríguez, viuda de Mauro Antonio Sánchez Arocha, relata cómo el 28 de noviembre de 2008 lograron ingresar al yacimiento. Junto a sus compañeras, descendieron por una zona de escalones conocida como «el regreso», usada diariamente por los mineros, y alcanzaron la «plancha». Tras bajar más de 100 escalones, llegaron a la «primera diagonal» y encontraron la mina inundada, con el agua hasta las rodillas.
En ese punto, jóvenes del Partido Comunista, liderados por Fernando Acosta, comenzaron a rehabilitar la mina. Avanzaban poco a poco con la esperanza de encontrar los restos de los mineros. Las viudas esperaban día y noche afuera de Pasta de Conchos, recibiendo actualizaciones sobre los avances del rescate.
Sin embargo, cuando los rescatistas calcularon que estaban a solo 50 metros de los cuerpos, personal de la empresa Industria Minera México llegó al sitio. Expulsaron a todos los hombres que realizaban las labores de búsqueda, así como a las viudas y sus familias, cerrando los accesos a la mina. Esta intervención extinguió la esperanza de rescatar a los 63 mineros y sumió a las familias en una frustración que ha durado otros 16 años.
“Todas tomamos la mina y comenzamos el descenso el 28 de noviembre de 2008. Bajamos hasta la primera diagonal con el agua hasta las rodillas y los trabajadores empezaron a rehabilitar la mina. Pero cuando la empresa supo que estábamos a 50 metros de los cuerpos, mandó cerrar todo y sellar las entradas”, recuerda Guadalupe.
Guadalupe también reflexiona sobre las condiciones agotadoras que enfrentaban los mineros: “Cuando entré a la mina y bajamos, me di cuenta del cansancio. Ahora entendía por qué mi esposo me decía que volvía tan cansado; bajar y subir todos esos escalones era una tarea extenuante.”
Guadalupe asegura que la empresa sabía que muchos de los mineros quedaron con vida tras la explosión y que pudieron haber sido rescatados, pero no lo hicieron. Las viudas de Pasta de Conchos siguen luchando por justicia y por la recuperación de los cuerpos de sus seres queridos, mientras cargan con el dolor de una tragedia que nunca debió ocurrir.
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