Raúl Vera: el obispo rebelde de Saltillo que desafió al poder y abrazó a los pobres

por | 26/04/2025

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  • Raúl Vera: el obispo rebelde de Saltillo que desafió al poder.
  • Esta Semana Santa, en Barroterán, un pueblo minero de Coahuila, recibió la noticia de la muerte del papa Francisco.
  • Hoy su legado resuena en una Iglesia que empieza a despertar.

Saltillo, Coah.- Cuando uno piensa en Raúl Vera, no lo imagina entre los pasillos alfombrados del poder, sino con las sandalias llenas de tierra y carbón, caminando entre mineros y migrantes. El obispo emérito de Saltillo, reconocido como la última gran figura viva de la Teología de la Liberación en América Latina, dedicó su vida a acompañar a los olvidados de México, aún a costa de desafiar a su propia Iglesia.

Como obispo de Saltillo, visitaba con frecuencia los pueblos mineros de Coahuila, donde las familias sobrevivían a fuerza de descender al subsuelo a rascar carbón. Cuando en 2006 estalló la mina de Pasta de Conchos, Vera no dudó en acudir a consolar a las familias de los 65 mineros atrapados, aunque la tragedia no correspondiera a su diócesis. A pesar de los reproches del obispo de Piedras Negras, quien estaba alineado con la empresa responsable, Grupo México, Vera ofició una misa clandestina la noche previa al aniversario. No le remordió la conciencia: «Tampoco me remordió de nada», recuerda entre carcajadas dos décadas después.

De acuerdo a El País, esta Semana Santa, en Barroterán, un pueblo minero de Coahuila, Vera recibió la noticia de la muerte del papa Francisco, su viejo amigo y aliado en las luchas por los derechos humanos. Se conocieron hace años y compartieron audiencias privadas donde hablaban de feminicidios, migrantes y desaparecidos. «Él, como yo, era interesadísimo por los pobres», rememora. La muerte de Francisco deja ahora en suspenso el rumbo de la Iglesia. «Si hay continuidad en sus valores, la Iglesia puede seguir siendo un referente», reflexiona Vera mientras en Roma se desarrolla el cónclave.

Un cura incómodo para el poder

Desde sus inicios como obispo en Ciudad Altamirano, Guerrero, en los años ochenta, Vera se alineó con los pobres, los indígenas y los campesinos atrapados en las redes del narcotráfico. Luego, en los noventa, fue enviado a Chiapas con la misión de controlar al díscolo Samuel Ruiz tras el levantamiento zapatista. Pero Vera se sumó a la causa indígena. «Conmigo no va a pasar eso», pensó cuando el nuncio apostólico insinuó que Ruiz sería un simple «florero».

Su lealtad a los desposeídos le costó caro: fue «castigado» al ser transferido a Coahuila, un desierto de migrantes, mineros, mujeres violentadas y desaparecidos. Pero fiel a su estilo, en lugar de acomodarse, fundó albergues, denunció a los Zetas y confrontó la indiferencia de los gobiernos priistas de la época. La Iglesia mexicana, de corte conservador, le dio la espalda durante años, mientras sus fieles más tradicionales lo rechazaban por abrir las puertas de las parroquias a «desarrapados».

En esos años, entre amenazas y atentados, Vera pedía a sus superiores sólo un lujo: un auto con buen motor, para escapar si la violencia se desbordaba.

Hoy sus enseñanzas resuenan

Años después, con el país golpeado por la violencia y el crimen organizado, la Iglesia mexicana empieza tímidamente a adoptar el tono crítico que Vera predicó durante décadas.

“Si somos pastores, ¿cómo vamos a estar callados? Nos hacemos cómplices”, afirma sin titubeos.

Sobre el futuro de México, no oculta su preocupación. Critica la política migratoria subordinada a los intereses de Estados Unidos y al expresidente Donald Trump, a quien califica de «anormal» y «desconectado de la realidad». Aunque reconoce avances bajo el mandato de López Obrador, sostiene que aún falta mucho por hacer. Ahora, deposita su esperanza en la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum: «Todavía falta muchísimo», enfatiza.

¿Vive México en pecado? «Moralmente, desde el punto de vista teológico, no tenemos la bendición de Dios ni de la Virgen de Guadalupe siendo tan injustos con los migrantes», responde sin rodeos.

¿Y dónde buscar la esperanza? La respuesta de Vera es tan sencilla como contundente: «En los pobres. Ellos son nuestra salvación».

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