La transición hacia la movilidad eléctrica, impulsada por la creciente preocupación por el medio ambiente, plantea interrogantes sobre el impacto ambiental real de los autos eléctricos en comparación con sus contrapartes de combustión interna. Un estudio llevado a cabo por la Asociación de Ingenieros Alemanes (VDI) busca desentrañar la complejidad de esta cuestión.
Aunque la premisa fundamental de los vehículos eléctricos es reducir la contaminación, el VDI ha revelado resultados que arrojan luz sobre la ecuación completa. Durante los primeros 90,000 kilómetros de uso, la diferencia en términos de emisiones no es tan pronunciada. La fabricación de las baterías, que a menudo implica procesos contaminantes y el transporte de estas desde fábricas, en su mayoría ubicadas en Asia, contribuye significativamente a las emisiones iniciales.
El material de las baterías, en algunos casos, puede contener sustancias perjudiciales para el medio ambiente. Esto plantea un desafío a la narrativa de la movilidad eléctrica como una solución completamente limpia desde su concepción.
No obstante, el panorama cambia considerablemente después de alcanzar los 200,000 kilómetros de uso. A este punto, los autos eléctricos generan aproximadamente 24.2 toneladas de dióxido de carbono, en comparación con las 33 toneladas emitidas por un vehículo diésel con un recorrido equivalente. Incluso en comparación con un híbrido enchufable que combina gasolina y electricidad, los autos eléctricos demuestran ser más amigables con el medio ambiente.
Es crucial considerar diversos factores, como la fuente de energía utilizada para cargar los autos eléctricos. En regiones donde la electricidad proviene en gran medida de combustibles fósiles, el beneficio ambiental puede ser limitado. Además, la duración del uso del vehículo también juega un papel esencial; en regiones donde se acostumbra a cambiar de automóvil con más frecuencia, la ventaja ambiental de los autos eléctricos podría ser menos evidente.
La electrificación del transporte presenta desafíos, pero estos resultados resaltan la importancia de considerar toda la cadena de producción y vida útil de un vehículo para una evaluación precisa de su impacto ambiental. A medida que la tecnología avanza y se adoptan prácticas más sostenibles, es probable que la movilidad eléctrica continúe mejorando su perfil ambiental.
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