• Dominique Pelicot, sentenciado a 20 años de prisión.
• El tribunal, que dictó su fallo esta mañana en Aviñón, también condenó a otros 50 hombres.
• Juicio histórico, no solo por la magnitud de los crímenes cometidos, sino también por el coraje de Gisèle Pelicot.

Dominique Pelicot, un hombre de 72 años, condenado por violación agravada y otros crímenes de abuso sexual, incluida la tentativa de violación y la difusión de imágenes sin consentimiento.

La condena de Pelicot incluye una pena de 20 años de cárcel, la máxima posible para este tipo de delitos, tras un juicio que ha sacado a la luz una espantosa historia de abuso sistemático que duró más de una década. Durante ese tiempo, Pelicot sometió a su esposa, Gisèle Pelicot, a violaciones repetidas mientras ella estaba sedada con tranquilizantes que él mismo le administraba en la comida y bebida.

El tribunal, que dictó su fallo esta mañana en Aviñón, también condenó a otros 50 hombres, en su mayoría culpables de violación agravada. Algunos de estos acusados recibirán penas menores debido a atenuantes, mientras que otros, como Pelicot, procesados por su rol como instigador de una serie de abusos orquestados por él mismo. La sentencia, sin embargo, parece ser solo una pequeña victoria para Gisèle, quien vivió décadas sin saber lo que ocurría en su hogar, hasta que el caso salió a la luz en 2020.

El caso comenzó a desvelarse cuando, en septiembre de 2020, un vigilante de seguridad en un supermercado de Carpentras detectó a un hombre grabando a mujeres por debajo de la falda con su teléfono móvil. Ese hombre Dominique Pelicot, quien, detenido brevemente y liberado, finalmente arrestado cuando la policía encontró más de 20,000 videos y fotos en su computadora, la mayoría de ellas en los que su esposa Gisèle violada por numerosos hombres mientras estaba inconsciente. La investigación también reveló que al menos 72 hombres participaron en estos abusos, aunque solo 51 de ellos acusados.

JUICIO HISTÓRICO

El juicio histórico, no solo por la magnitud de los crímenes cometidos, sino también por el coraje de Gisèle Pelicot, quien decidió hacer público su sufrimiento. A diferencia de muchas víctimas de abuso sexual, que eligen mantener el anonimato, Gisèle optó por permitir que el juicio se llevara a cabo en un espacio público. «Es la hora de que la vergüenza cambie de bando», afirmó en su declaración, convirtiéndose en una figura emblemática de la lucha contra la impunidad en casos de violencia sexual.

El caso ha sacudido a la sociedad francesa, revelando la proximidad del horror en los hogares más aparentemente comunes. Los acusados, provenientes de distintas profesiones y edades, son un reflejo del peligroso silencio que envuelve muchas situaciones de abuso sexual, donde la intimidad y la confianza se convierten en herramientas de explotación.

Además, este juicio ha abierto un debate crucial sobre la responsabilidad colectiva frente a las agresiones sexuales y las estructuras de poder que permiten que estos crímenes sigan sucediendo, incluso dentro de los hogares. En este contexto, la lucha por el reconocimiento de las víctimas y la exigencia de justicia para ellas ha cobrado una nueva relevancia, posicionando el caso de Pelicot como un hito en la historia del feminismo y el activismo por los derechos de las mujeres.