- Navegando la zona gris del alcohol: de lo social a la dependencia.
- Plantea un desafío para la sociedad, que debe abordar cómo el alcohol está integrado en la vida cotidiana.
- Su historia refleja la de muchos que beben igual que sus amigos.
En una sociedad donde el alcohol está profundamente arraigado en la cultura y el ocio, muchos se encuentran en una «zona gris» del consumo. No son dependientes en el sentido clásico, pero reconocen que el alcohol juega un papel demasiado prominente en sus vidas. Montse Collado, una coach de 41 años, y un carpintero de Pamplona conocido como Messner, representan este dilema. Ambos han decidido reconsiderar su relación con el alcohol, no por haber tocado fondo, sino por una creciente conciencia de sus efectos acumulativos.
Montse ha estado casi un año sin beber, impulsada por el deseo de controlar las situaciones donde anteriormente «montaba un pollo» bajo la influencia del alcohol. A pesar de que su consumo nunca trastocó su vida de manera drástica, las pequeñas peleas y el comportamiento alterado mientras bebía eran señales de que algo no iba bien. Su historia refleja la de muchos que beben igual que sus amigos, pero quienes individualmente pueden sentir la necesidad de poner un freno.
Por otro lado, Messner describe su consumo como algo habitual y socialmente aceptado, especialmente en el contexto de encuentros y festividades locales como el San Fermín. A sus 49 años, comenzó a ver el alcohol como una costumbre que, aunque no problemática en el sentido tradicional, requería moderación debido a su impacto en la salud y el bienestar general.
Oihan Iturbide, divulgador científico y adicto recuperado, señala que la zona gris del alcoholismo es más común de lo que se piensa. Propone preguntas críticas que las personas pueden hacerse para evaluar su relación con el alcohol, como si su consumo es una respuesta a situaciones emocionales o sociales, o si afecta negativamente a su vida diaria.
La gran mayoría de la población ha bebido alcohol
La Encuesta sobre Alcohol y Otras Drogas en España (EDADES) revela que una gran mayoría de la población ha bebido alcohol en algún momento, con un porcentaje significativo admitiendo embriagueces recientes. Esto destaca la normalización del consumo excesivo, que aunque no llegue al grado de dependencia, puede llevar a consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo.
Este escenario plantea un desafío para la sociedad, que debe abordar cómo el alcohol está integrado en la vida cotidiana y las presiones sociales que fomentan su consumo. También subraya la importancia de proporcionar recursos y apoyo para aquellos que, aunque no necesariamente adictos, buscan moderar su consumo por razones de salud y calidad de vida.
Así, mientras Montse y Messner continúan su viaje de autoconciencia y moderación, su experiencia sirve como un recordatorio de que la relación con el alcohol es compleja y multifacética, abarcando mucho más que la línea entre el uso social y la dependencia.
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